Caigo a tu cama, ya no estoy levitando sobre las sábanas, al abrir los ojos encuentro una mirada, está vacía, no eres tú, no hay nadie ahí dentro. Me doy la vuelta para volver a encontrarte al otro lado, deseo salir de esta prisión azul con olor a sudor, deseo concedido.
En la ducha no habrá miradas huecas, dejaré que el agua casi hirviendo derrita los recuerdos de anoche, míralos como se van por el desagüe, pero no se borra el incómodo maquillaje de mi piel, no se esfuman las marcas púrpuras. La ducha siempre fue un buen lugar para disimular alguna lágrima. Cuando salga de aquí a dónde iré, ¿podré volver a la cama del desconocido? Salgo de la ducha directamente a buscar alguna cuchilla, no me preocupo de empaparlo todo, no seré yo quien limpie este baño nunca más, los charcos se enfrían rápido a pesar de la temperatura del agua. Ahí está, una vieja cuchilla, bastante oxidada pero seguramente corte a la perfección, aunque lo hará mas doloroso de lo que debería... Pruebo primero a cortar un mechón de mi pelo. ¿Qué estoy haciendo?
Estupideces, mejor con las tijeras, dejo mi cabeza con trasquilones, pero ya tenía el pelo demasiado largo, y ahora mismo no me importa lo que vayan a decir de mi cuando vean estos pelos. Vuelvo a meter la cabeza en la ducha, no quiero que me molesten los pelos sueltos después de este improvisado corte, y la verdad es que con el ruido del agua sobre mi cabeza apago un poco el ruido de mis pensamientos.
Me quedo en pie, esperando a secarme, aunque empiece a temblar de frío, me quedo mirándome al espejo, en total desnudez, parece que he cogido unos kilos de más, pero en empezar a cuidarme es en lo último en lo que pienso, quizás en un cuerpo más bonito quedarían mejor estas espantosas marcas. Dejo de mirar mi cuerpo, ignoro mi pelo que ahora es pura anarquía, y me miro a los ojos, intento buscarme ahí, en ese reflejo empañado. ¿Cuánto tiempo llevo en el baño? Esto es de lunáticos, por dios, si alguien me estuviera viendo... Pensamientos de lo más vacuos parecen asediarme para que no encuentre lo que hay detrás de esos ojos.
¿Sabías que dicen que para saber si estás en un sueño intentes mirarte las manos?¿y si no tienes manos en la realidad? En ese caso si te ves las manos debes de estar soñando ¿no? Se me ocurren estas cosas porque acabo de intentarlo, y, o no tengo manos o estoy en un sueño, o una pesadilla. La verdad, no importa, no puedo o no quiero salir de este baño, y sigo frente a mi reflejo, no sé si puedo gritar para despertarme, tampoco sé si quiero despertar para encontrarme seguramente a solas. Podría intentar volver a la cama del desconocido de ojos vacíos.
Cierro los ojos, y los abro encontrándome en la cama, y me quedo mirando los ojos sin vida de los desconocidos de mi alrededor, la realidad, posiblemente un sueño, pero en una habitación rodeada de espejos.
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