Desde la iluminada superficie de la tierra lloro por tí, Eurídice. Hago sonar mi lira entre lamentos, y hasta los dioses derraman lágrimas, por tí Eurídice, y por mí, lastimado cantor. Lloro por tí Eurídice, mi lira llora conmigo, por tí Eurídice. La luna dibuja una larga cara, y el cielo llora estrellas, por tí Eurídice. Descenderé hasta el infierno, por tí Eurídice, y le cantaré entre lágrimas junto a mi lira, por tí Eurídice, al mismo Hades, espero que Perséfone sea indulgente cuando cante sobre tí, Eurídice, que me devuelva tu alma, tu sombra, tu recuerdo danzante entre la bucólica vegetación, tu desenfrenado danzar hasta la mordedura de la serpiente. Por tí, Eurídice, moveré montañas, por tí cantaré canciones que conmoveran a humanos y dioses, llorará Cerbero y de mí se apiadará, porque por tí, Eurídice, moriré, y no podré ni un sólo día vivir sin tí. En el mismo infierno no nos podrán separar cuando nuestro destino acabe allí. Pero nunca sin tí, Eurídice.
lunes, 16 de julio de 2018
lunes, 9 de julio de 2018
¿Cuatro años?
¿Hace ya cuatro años? Creo que si, hace cuatro años que una llama se empezó a extinguir, llama brevemente avivada, pero aquí yacía moribunda, una llama de tenue azul, que surcaba inmensos océanos de oscuridad, u encontraba en ellos terribles monstruos.
Unas canciones funestas, como chispas de ese azul fuego, saltaban impulsadas por mis afónicas cuerdas vocales. Recuerdo que nunca he sentido algo tan extraño, una sensación inefable, cercana al luto y el desengaño, terrible y mísero.
Hoy no brotaría un lamento como aquel, es cierto que aún hoy no he vuelto a sentir ese tipo de pérdida. En el fondo desearía volver a tener motivos para volver a sentir eso, pero sin ese amargo desenlace. Y me dijeron que quién sabe, que la vida da muchas vueltas, que ya encontraré a alguien, o que puede que nos volvamos a encontrar, porque los caminos son difusos, existen cruces que ni podemos imaginar, sin embargo yo me encuentro posiblemente en un camino de una velada soledad.
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