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martes, 28 de febrero de 2023

Al principio...

Al principio, fue la voz, el primer instrumento. Los humanos creían en los espíritus de la naturaleza, y con la voz trataban de agradarlos, pedirles compasión, buena caza, buena cosecha, fertilidad, no sólo propia, pedían primavera. En algún momento remoto, algunos humanos, trataron de imitar a la naturaleza, sólo con la voz estaban muy limitados, sabían imitar el sonido del viento, de las aves, de las presas y de los depredadores, sabían incluso imitar el sonido de algunas emociones, pero había cosas que la voz no era capaz de hacer, cómo por ejemplo el germinar de una semilla, o el crecer de un árbol, o el abrir de una flor, podían imitar el sonido de la lluvia incluso el del trueno, pero no había sonido para las nubes negras, o los cielos despejados. Podían imitar el llanto de un recién nacido, la risa de un niño, o la tos de un anciano, pero no había sonido para la quietud de la muerte, sólo para el llanto.

Necesitaban el verbo, el pasado, el presente y el futuro, y ese verbo se tradujo en acción, y la naturaleza se representó a través del ser humano, cuando se cubrieron de ramas, de barro, de la corteza de los árboles o la piel de los animales se creó la ropa, pero cuando se cubrieron el rostro, se creó la máscara, y la naturaleza pudo hablar a través de la acción y el movimiento. Cuándo el sabio se cubría de pieles, ya no hablaba él, eran los espíritus de la naturaleza a través de él. Los dioses ahora se asemejaban a nosotros.

jueves, 2 de febrero de 2023

2023

La más tímida melancolía asoma entre la extraña soledad, soledad acompañada, que no me da tiempo para pensar, silencios inexistentes de ruidos que acallan pensamientos, embrollo irresuelto sin final, sin acabar ningún hilo de seda letal, ninguna idea realizada ni ningún diálogo original, ningún beso, ninguna risa real, ningún bostezo saciador, ningún aliento reparador. 

Llueven lunas llenas lamentando llamear, y crepitan sin ningún ruido cuando estallan sin cesar, sobre un hormigón desarmado, al otro lado de la ventana helada que prefiero ignorar. Menos lunas, menos anhelos, menos divagar, más agobios, más veneno, menos tiempo que desechar.

Menos recuerdos que hieren, nuevas heridas que sanar, menos poesía, menos hablar conmigo mismo. Menos atención. Menos poesía vacía que embellecer, menos silencios cómodos. Menos miradas que llegan al alma de los astros nocturnos, menos magia. Menos verbos, menos música, menos recuerdos nuevos que merezca la pena recordar.

Gracias, por tenerte aquí, por no irte, por seguir conmigo, por estar ahí, gracias al aire, al viento, a la tierra, madre, a la lluvia, las lágrimas, al tiempo reparador, al oxígeno, al hidrógeno, al carbono... Gracias a los brillos en los ojos que miran, a los oídos que escuchan los ruidos sutiles... Gracias a los que están, y a los que se fueron... Gracias a lo que nos legó Eumolpo, gracias a la poesía.