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miércoles, 21 de marzo de 2018

Melancolía I

Me vinculan a la tierra estrechos lazos de melancolía,
tierra amarga e innegable aridez supina.
Santo y seña de una oscura misa despistada,
criticando danzas sin descanso de amabilidad.

Luz de otra suma cantando impía,
me desnuda las ideas y me tortura.

Que las llamas del averno me atraigan
a desdichas oprimidas de tu falda.

Ven cantando al día amadísima mía,
si las luces de tormenta no te aniquilan.
Santos mueren callando todo el día.
Vuelven nubes, extrema melancolía.

sábado, 10 de marzo de 2018

Si pudiera bucear en tu mirada,
y adentrarme en tu pupila,
intentaría contemplar y ahogarme
en las profundidades de tu alma.
Cómo hacer para no ser de ningún lado,
cómo sentir para poder sentir algo,
cómo amar para no ser odiado.

Cómo imaginar, cómo osar querer ser querido,
pensar que alguna vez una mujer tan increíble pudiera
vivir conmigo.

martes, 6 de marzo de 2018

Profecías y plegarias

Cantaban las sibilas letras frías como tus manos
mientras yo en los pájaros inútilmente buscaba
mensajes de antiguos y nuevos dioses sagrados.


No oía los cantos susurrados en mis oídos,
ahogaba mis pensares en bullicio y mentira
que no quería ver lo que veía, ni en la luna ni los astros.


Estando sólo rezaba, y solo silencio recibía.
Los dioses ya no me amaban, de mi se reían.


Y los cantos de sibila
al oír lo que cantaban
vi caer dos gotas
sembradas semillas
mis lágrimas.


Al mirar que caen
y solo escuchar las gotas
maldigo a los mortales
maldigo a los idiotas.


Idiota de mí,
idiota que llora,
idiota que escribe
¡qué sólo el idiota!


Ahora me encomiendo
a los dioses que me acojan
a los dioses subterráneos
al sueño y la memoria.


Venid, sobre mi lecho de derrota,
sensuales dioses tened misericordia,
viajad conmigo mis dueños, 
guiadme mis señores.


Mostradme pronto a Eros, 
preguntadle cual es su juego,
pedidle que me olvide.
¡Qué se lance al fuego!

jueves, 1 de marzo de 2018

Blasfemias o canciones de la bilis oxidada

Saltan de plano las tormentas.
Recorre el viento la luna curva,
donde los ángeles anidan al amanecer.

Cantan en disciplina absurda
los rezos que han de ser.
Silbando Diana llora.

Siente la amargura su piel envejecer.
Los cuentos tuercen la trama,
liberan suspiros de luciérnagas.


Mientras escribe el niño, demasiado mayor para seguir escribiendo, chirrían las puertas del infierno esperándole para entrar, los condenados en su continuo murmullo alzan su voz con claridad en algunas ocasiones y con ebriedad en otras, entonan blasfemias o canciones, y sangran por el alma una bilis oxidada de jovial e insensata melancolía. Mientras, el niño, casi continuamente boquiabierto, escribe unos versos gastados sobre un deformado esqueleto.