Me ahogo en mi propio cuerpo, me absorbe el colchón, me pudro en las sábanas, me deslumbra cualquier rayo de luz, me asusta el sol, añoro el dulce contacto de un ser humano al que quieres tocar más allá de su piel, añoro tocar corazones, el calor de un alma tierna, un alma al que se quiere amar, no me sirve cualquiera, no, no es lo mismo, quiero esas frías y delicadas manos que me vienen en cada instante a la cabeza antes de implorarme a mi mismo unos dulces sueños, un sueño en el que aparezca ella, ya me harto de la ausencia de un recuerdo cercano de ella, quiero verla pero no quiero verla.
Deseo volver a sentir unos labios en los míos, unos labios únicos, esos labios, y no otros. Y su mirada me acecha, me hostiga el recuerdo de su sonrisa cuando miraba sus ojos, podrá decir que sus ojos no eran especiales, pero su mirada, ay su mirada... ¡cuán brillo vi en ella!
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