Tss, aquí estoy, viendo un cielo sin estrellas, sin nada en el horizonte aparte de unos álamos solitarios, escuchando unos grillos anacrónicos en un otoño que no llega, en un verano que no acaba con calor a la intemperie con más de una y de dos cervezas en el cuerpo, y te escribo, y no sé y sé porqué, pero aquí estoy, viendo la infinita oscuridad, la oscuridad de un cielo sin estrellas. No cesa el murmullo de los grillos que agonizan por su inevitable destino, no cesa el ruido de un televisor lejano de alguien abandonado a la noche, no paran los motores de la carretera cercana, no para mi corazón para latir por mis estúpidos sentimientos indecisos y sólos. No paran los portazos ni se hace el silencio que tanto busco en ese lugar, en el lugar donde voy siempre a ver las estrellas, el lugar donde hoy no las encuentro y me decepciono con la negra y vacía soledad del cielo distante. No sé porqué hoy te escribí a ti, y no sé porqué sigo escribiendote, pero prefiero pensar que todo el tiempo que pasé pensando en qué escribirte valió la pena, aunque solo encuentre un cielo vacío de estrellas hoy.
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