Si nos acostumbramos a saborear los silencios en el latir de un corazón, comprendamos el ritmo del tiempo, de la vida. El sonido del reloj se acumula en nuestra mente como si fueran lágrimas de lluvia, que forman en la memoria un inmenso océano, y al recordarlo escuchamos la armonía intensa y efervescente de sonrisas y lamentos. Intentamos volver a sentir los mismos escalofríos con las mismas melodías de antaño, pero cada vez será diferente porque el eco bajo el agua será cada vez más difuso por los litros de lágrimas que se acumulan en su interior.
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