Amo el agua, podría pasar la vida en ella, largos baños, el agua caliente, o fría, no importa, agua dulce o salada, turbia o clara, sin embargo, odio destruir el reflejo del cielo sobre el agua, y odio la soledad sin remedio del infinito mar, la compañía de las olas no es suficiente.
Amo la lluvia, le he dedicado numerosas palabras y algún verso que otro, pero odio a muerte mojarme, odio la sensación de pesadez, notar en mi piel la tela mojada, la angustia de no poder deshacerme de todo inmediatamente, la sensación de impotencia ante un destino inevitable, tiritar porque sí, porque notas humedad y frío en los huesos y articulaciones, porque se te van a mojar los papeles.
Sigo siendo Glauco, y sigo sin entender qué quiso nadie de mi.
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