Harto de todo me monté en una barquita, y empecé a remar por el océano, hasta llegar a una isla que me resultaba familiar, ahí vivía alguien que quería, pero era temprano y estaría durmiendo, entonces dejé la barquita en el muelle y visité la isla para tocar simplemente una gran losa de piedra que en su tiempo formaba parte de un antiguo templo, decidí no aferrarme al paradisíaco lugar, marché, me dirigía a una isla que estaba enfrente pero que no había visto al llegar a la primera, parecía más árida y difícil de habitar, aunque había algo que me atraía de ella. La barquita se había alejado un poco porque no la habría atado bien, pero no era preocupante porque podía llegar en unas brazadas nadando. Entré en el agua, sumergí mi rostro y al abrir los ojos en el agua cristalina vi un pequeño tiburón, éste se percató de que estaba ahí tras mi intento de regresar asustado a tierra, caminando intentaba salir del agua pero ésta iba creciendo progresivamente, y me impedía salir. De algún modo logré llegar a la barquita, creo que dando un rodeo por unas rocas ligeramente sumergidas. Una vez subido en la barquita me hundía y cada vez veía más pequeños tiburones a mi alrededor, entonces empecé a remar más rápido para conseguir sacarla a flote y dirigirme a la isla de enfrente. Vi, desde el mar aún, que la isla de enfrente había sido habitada por alguien antes, o quizás aún quedaba alguien ahí... desperté.
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