Si alguna vez lees esto, tú, la eisoptrofóbica, quiero decirte que me acuerdo de ti, ya te dije que siempre me acordaría de ti, y echando la vista atrás no recuerdo ya los malos momentos, recuerdo los momentos únicos, admito que a nivel físico no estábamos hechos el uno para el otro, de hecho no estábamos hechos el uno para el otro en ningún aspecto, eso me costó mucho asumirlo, es algo que en el fondo sabía desde el principio, pero fuiste tu la que al se empeñó en atraparme bajo la lluvia y las lágrimas, tu te empeñabas en seguir besándome aunque como un cretino evaluase tus labios, yo embobado sentía que faltaba algo y el suelo era para los animales. Tras hacerme tirar el paraguas y abrazarte dejó de faltar algo.
Entregué, celebrando la luz en invierno, ciegamente mi corazón a aquella niña con pelos raros que se empeñaba en ser mayor que yo, y lo fuiste en talento, en sentimiento y en alma ya que conseguiste eclipsar mis sentidos, pero no fuiste mayor para egoístamente apartarte de mi, eso está perdonado, está olvidado.
Queda siempre para mi la complicidad, sigo siendo inexperto en ese asunto, y queda para mi algún que otro beso eterno que no hizo falta dar, y otros muchos que si. Echo de menos siempre algunas tonterías tuyas, nuestras, echo de menos escribirte canciones malísimas, las canciones de desamor siempre son mejores, echo de menos oírte cantar, pronto hará dos años de nuestro único San Valentín, tirados en el césped con la guitarra.
Creo que asumiendo ésto, diciendo ésto, puedo decir que he pasado página, escribir aquí todo lo que me llevé de tí, y todo lo que dejé en ti sería imposible, ésto es lo que quería decir de aquel remoto nosotros, espero que si nos vemos no hagas como que no me has visto como la última vez, y que espero volver a conecerte cuando ambos seamos personas diferentes, cuando seamos adultos.
Parece mentira que lo que mejor recuerde sea el sonido de tus miradas.
Desde mis inviernos, de alguien azul.
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