Miro a un horizonte ajeno a mi, veo rarezas indescifrables entre las colinas de mi incertidumbre, corren arroyos de lágrimas entre las angostos barrancos de la soledad, oscuras nubes de desconcierto tapan mi luz de esperanza hacía mi desconocido futuro condicionado por mis motivaciones y esfuerzos, agrios sollozos intermitentes me espero en el desolador paisaje de mi destino, rayos de luna persigo como si fuera el joven Manrique, mas no me encontrareis en lugares parecidos a los que él frecuenta, pero si que estaré allá en donde no esté todo el mundo, contando estrellas o sorprendiendo el susurro de los muertos que se me muestran con sus palabras inmortales. Desasosiego en mis adentros, calma en mi día a día, calma inquieta e inestabilidades constantes en mis sentimientos ocultos, florecientes en mis soledades nocturnas, niego la existencia de un amanecer que no pueda ver reflejado en tu iris reluciente en cualquier momento que me mires con una sonrisa, guardo para ti mis verdaderos colores y mi verdadera percepción de ellos, para ti, solo tuyos mi rayo de luna capaz de guiarme en mis senderos ocultos, de mi oscuro y bello mundo interno, mis colinas, mis rarezas, mis barrancos, mis arroyos, ajenos en mi interior, en mi lugar secreto indescriptible con accidentes geográficos aunque en ocasiones los necesite para describir, porque en una montaña escarpada en mi corazón es donde me encuentro y no sé bajar si no me guía una pálida luz.
Esa luz.
Esa mirada que brilla como la luna.
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