¡Ay de mi, ay de mi! Demente y solitario, triste y misero, hambriento, impertérrito y bocazas. Sucia sombra perdida en el valle de las lágrimas, me compadezco de mi trasparente existencia, me apeno al no vislumbrar mi futuro, y pierdo el tiempo pensando lo impensable, lo aterrador, pensando lo que no se debe, pensando en la muerte de la memoria, el agujero oscuro donde se decanta el tiempo incesante, donde se sume el olvido del alma, el inocuo e inerte devenir de las últimas conciencias. Espero, pasando desapercibido, el fin del universo cognoscible, y, si puedo, dejando el vaho de mi aliento en mis palabras despistadas, abandonando así mis sin razones en textos volátiles.
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