Cantaban las sibilas letras frías como tus manos
mientras yo en los pájaros inútilmente buscaba
mensajes de antiguos y nuevos dioses sagrados.
No oía los cantos susurrados en mis oídos,
ahogaba mis pensares en bullicio y mentira
que no quería ver lo que veía, ni en la luna ni los astros.
Estando sólo rezaba, y solo silencio recibía.
Los dioses ya no me amaban, de mi se reían.
Y los cantos de sibila
al oír lo que cantaban
vi caer dos gotas
sembradas semillas
mis lágrimas.
Al mirar que caen
y solo escuchar las gotas
maldigo a los mortales
maldigo a los idiotas.
Idiota de mí,
idiota que llora,
idiota que escribe
¡qué sólo el idiota!
Ahora me encomiendo
a los dioses que me acojan
a los dioses subterráneos
al sueño y la memoria.
Venid, sobre mi lecho de derrota,
sensuales dioses tened misericordia,
viajad conmigo mis dueños,
guiadme mis señores.
Mostradme pronto a Eros,
preguntadle cual es su juego,
pedidle que me olvide.
¡Qué se lance al fuego!
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