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martes, 17 de noviembre de 2015

Escarcha

En mi tornante ambigüedad me siento sobre un mar de hastío, enloquezco entre montañas artificiales infinitas donde todo se desvanece, donde nada queda al amanecer, tras la implacable soledad fría de las almas muertas de vagar en la oscuridad decadente del minuto previo a un nuevo amanecer. Nos cubrimos todos una vez más de la escarcha del rocío, se acumula durante años formando una gruesa capa de hielo que no se funde en un solo beso fortuito en un olvidado mes de febrero. A todos nos iguala la muerte, la soledad más pura, los silencios que parecen eternos, el olvido y la demencia, a todos nos unen las Moiras, y el Destino que las guía con la tenue luz de una vela en la ardua tarea de intentar cortar nuestro hilo. Me sobra, ya hay demasiada escarcha, solo cambia que uno empieza a dejar de ponerse al sol en los inviernos eternos de estos infiernos de cada noche en vela que solamente vivo para olvidarla al despertar.

Miro de reojo la ventana y ni me esfuerzo en mirar al cielo en busca de estrellas fugaces, me he cansado de pedir siempre el mismo deseo.

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