La más tímida melancolía asoma entre la extraña soledad, soledad acompañada, que no me da tiempo para pensar, silencios inexistentes de ruidos que acallan pensamientos, embrollo irresuelto sin final, sin acabar ningún hilo de seda letal, ninguna idea realizada ni ningún diálogo original, ningún beso, ninguna risa real, ningún bostezo saciador, ningún aliento reparador.
Llueven lunas llenas lamentando llamear, y crepitan sin ningún ruido cuando estallan sin cesar, sobre un hormigón desarmado, al otro lado de la ventana helada que prefiero ignorar. Menos lunas, menos anhelos, menos divagar, más agobios, más veneno, menos tiempo que desechar.
Menos recuerdos que hieren, nuevas heridas que sanar, menos poesía, menos hablar conmigo mismo. Menos atención. Menos poesía vacía que embellecer, menos silencios cómodos. Menos miradas que llegan al alma de los astros nocturnos, menos magia. Menos verbos, menos música, menos recuerdos nuevos que merezca la pena recordar.
Gracias, por tenerte aquí, por no irte, por seguir conmigo, por estar ahí, gracias al aire, al viento, a la tierra, madre, a la lluvia, las lágrimas, al tiempo reparador, al oxígeno, al hidrógeno, al carbono... Gracias a los brillos en los ojos que miran, a los oídos que escuchan los ruidos sutiles... Gracias a los que están, y a los que se fueron... Gracias a lo que nos legó Eumolpo, gracias a la poesía.