Se acerca la luna llena, y a mi vera asoman los recuerdos de hace muchas primaveras, días cómo ahora de incertidumbre, desasosiego y extraña soledad en compañía. Calma previa a la crónica de una tormenta anunciada. Calma que remueve las entrañas del alma, que se esfuerza en ocultarse de un modo patético, haciendo aún más ruido, siendo evidente su lamento, acallado por el silencio de la mente constantemente entretenida por necedades. Y ahora, aquí, te escribo, a Luna y a Raquel, sin saber muy bien ni por qué ni para qué, justo un instante antes de la luna llena, para no decir absolutamente nada, y sin esperar absolutamente nada.
Sólo cantar a la luna un silencio.